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DRESSLER. El Blog de las Carreras Populares

VI RUTA DE LAS FORTALEZAS

VI RUTA DE LAS FORTALEZAS

Otra vez, y eso que dije que no iba más, pero al final caí en la seducción de volver a Cartagena.

Y volvió a llegar el día. Después de un tiempo preparando esta prueba, llegó. En la mañana del viernes 17 cogimos coche y pusimos rumbo a Cartagena, donde la Armada y el Ayuntamiento de la localidad organizaban la VI RUTA DE LAS FORTALEZAS, prueba este año de 53 kilómetros de recorrido que rodea la localidad y sube a las seis colinas que la circundan, más el Castillo de la Concepción y el cerro del Molinete, en el centro de la misma, con una duración máxima de 12 horas.

Este año, asimismo se celebraba una prueba paralela de 111 kilómetros de recorrido, la “ULTRA TRAIL”, con salida a las doce de la noche del viernes al sábado, donde los corredores tenían 24 horas para finalizarla, pero eso son palabras mayores.

En compañía de Ricardo, Roberto, Rafa, Angel, Dani y Sara nos pusimos en camino. El día anterior lo pasamos viajando, tranquilo desde casa a Cartagena, con paradas obligatorias para repostar y no fatigarnos mucho, que ya tendríamos ocasión al día siguiente. Durante el mismo charlamos de muchas cosas y entre ellas del plan de carrera de llevaríamos, de la intenciones durante la prueba, que no siempre tienen por qué salir, pues vicisitudes siempre ocurren, de si esto, de si lo otro.

Durante el camino coincidimos con algunos corredores también viajando al efecto, que nos contaron sus intenciones. Conocimos sitios nuevos para tomar un descanso, ya sea de cuerpo o de mente, véase el Hiroshima, a las afueras de Lorca, una cafetería no muy al “uso” normal de una cafetería.

Sobre las seis de la tarde llegamos a Cartagena. Antes de alojarnos decidimos pasar por las instalaciones que tenían montada en la Plaza de Héroes de Cavite, varios stands de los organizadores, colaboradores y patrocinadores de la prueba, donde además de recoger el dorsal, acreditaciones de la prueba, nos hicieron obsequio de una bastante completa bolsa del corredor, así como otras atenciones por parte de la UCAM, y el resto de colaboradores.

Allí ya empezamos a encontrar a conocidos, unos viejos de mi tiempo viviendo en Cartagena, y otros venidos de otros puntos de España. De hecho la organización informó de la llegada de corredores de más de 30 provincias Españolas y algunos incluso del extranjero, llamados por la popularidad que está tomando la prueba. Allí en la explanada, los flases de móviles y cámaras dejaban los primeros recuerdos para el futuro.

Un saludo desde aquí a Paulino Pereira, que no pudo correr la prueba por las lesiones, así como a Sergio Aragón, venido desde San Fernando al efecto, y a Esteban Choquet, mi compañero de ruta en la anterior ocasión en que corrí la prueba, y que esta vez no ha podido venir, se le echó de menos, una carrera sin él, no es una carrera.

Una vez recogido los dorsales, nos dirigimos a los alojamientos que nos había facilitado la Escuela de Infantería de Marina, uno de los organizadores, y el que más personal aportaba a la prueba. Una vez alojados y después de descansar un poco, nos dirigimos a hacer turismo por la ciudad y volver a visitar los stands de la organización, a saludar a gente y “cotillear” un poco, a ver lo que se cocía por la zona.

En la “visita turística” no podía faltar un paseo por el “Rincón de Miguel”, remozado y con unas “marineras” muy exquisitas. La ciudad de Cartagena, ha cambiado bastante desde mi última visita. El Puerto está impresionante y con mucho ambiente, quizás pudiera ser por el día que era.

Esta noche no se podían hacer muchos dispendios de fuerzas y había que dormir pronto, así que no demasiado tarde nos fuimos a descansar. En los alojamientos coincidimos con compañeros venidos de Albacete y Almería también preparados para una buena marca.

A la mañana siguiente a las 6 y media sonaba el despertador, tocaba prepararnos para el envite, crema en los pies, en las articulaciones, en las ingles y axilas. Asimismo tocaba preparar todo lo que había que llevar durante la prueba, la acreditación era obligatoria. Yo particularmente llevaba una riñonera con ella, así como con una camarita de fotos, tubos de proteínas, dinero por si acaso y el móvil, en el que llevaba instalada la App SportsTracker, había que analizar la prueba a posteriori.

A las 7 menos algo ya estábamos de nuevo en la Plaza Héroes de Cavite, donde se daría la salida. Paso obligado a desayunar, nosotros nos decantamos por el “Pico Esquina”, lugar emblemático donde los haya, donde coincidimos con muchos corredores que tomaban energías para afrontar la prueba.

Tras desayunar, al coche a cambiarnos y darnos los últimos retoques, de nuevo vaselina y empezaba la prueba, ya que tocaba entrar en el cajón de salida, primer sello que nos estampaban en la acreditación personal. Había dos cajones de salida, uno para corredores y otros para marchadores. Estábamos en la línea de salida. Ya no había vuelta atrás. Había muchísima gente, alrededor de 4000 corredores, más otros tantos a los lados de los arcos de salida, animando y dando aliento a los corredores.

8 de la mañana, solemne acto de Izado de Bandera, con Banda de Música al efecto. Palabras de las autoridades haciendo una pequeña reseña de la carrera y deseando suerte a todos.

8 y 3 minutos. Da comienzo la prueba. Todos los que estábamos en el cajón de salida de corredores empezamos primero, los de cabeza, la élite de la prueba y los que realmente la iban a disputar, ya salieron a un ritmo infernal, como si de una “carrerita” se tratara; la inmensa mayoría salimos según los planes previsto.

Desde el momento de salir ya decidimos nosotros como la íbamos a hacer Ricardo iría con Roberto, Dani, en solitario, era el mejor preparado, y de hecho al final fue así, Rafa y yo iríamos juntos todo el tiempo que pudiéramos, y Angel y Sara la harían siempre juntos.

Rafa y yo salimos desde el principio a un ritmo de entre 5 minutos y medio y 6 el kilómetro. Tomamos dirección a Santa Lucía, fueron unos tres kilómetros prácticamente llanos hasta que giramos para iniciar la primera subida. El ritmo lo mantuvimos hasta que empezó la subida, la Subida al Calvario, en la que bajamos un poco, pero la hicimos casi toda corriendo, dado que las fuerzas todavía nos acompañaban, malo hubiera sido que ya faltaran fuerzas.

Tras la subida, en lo alto del Calvario, siguiente sello en la acreditación, y primer puesto de avituallamiento, agua, todavía no hacía falta más aporte. Primera bajada, de nuevo a apretar para bajar a la carretera de la Curra y de nuevo comenzamos a subir al Collado de San Julián. A diferencia de ediciones anteriores la subida se realiza por el carril de acceso, en vez de por la arista norte de la cima. Consultados con los corredores de la zona nos dicen que en  las últimas ediciones, donde la afluencia de corredores fue ya más numerosa, se produjeron varios tapones de corredores que obstaculizaban el paso.

Tras éstas dos primeras subidas, para ir calentando motores, tomamos la carretera de Escombreras, en sentido bajada y en dirección de nuevo a Cartagena, comenzamos el tramo más light de la prueba, unos cuantos kilómetros más relajados, pasamos de nuevo por el puerto pesquero de Santa Lucía, Techos bajos y tomamos en dirección a la Cuesta del Batel, subidita suave, todo este tramo lo realizamos también a un ritmo cómodo pero constante.

En este tramo pasamos por la nueva Universidad, antiguo Hospital de Marina, y tras rodearla empezamos la subida  al Castillo de la Concepción, más conocido como el “Castillo de los Patos”, aunque patos ya no vimos. La subida al Castillo y el paseo que dimos por el “Parque Torres” me trajo a la memoria los buenos ratos que pasamos paseando por allí hace unos años.

Tras el avituallamiento en la cima de la colina, y nuevo sello en la acreditación, empezamos una pequeña bajada, la mayoría por escalones de piedra y “visita” a las antigüedades de la zona, teatro romano, circo, mausoleos, para después de un paso por el centro, calle de Aire, Puertas de Murcia, subimos al Cerro del Molinete, ahora convertido en espacio arqueológico, qué dirían los viejos del lugar, como ha cambiado el “Molinete”. Tras bajar, paso por la Plaza y calle Santa Florentina y giro a la derecha por la calle del Carmen.

Durante el paso por esta calle, a la media altura, me cruzo, que venían paseando Jose L. Bolaños, Carmen, su mujer y su hija María, con los cuales me detengo un minutito para saludar, la educación, ante todo. Aprieto un poco para alcanzar a Rafa, que se me va. Llegamos a la plaza de España, giro a la izquierda para tomar la muralla del Arenal, rodearla y tomar dirección a Navantia, para comenzar otra etapa de la carrera.

Unos cuantos kilómetros de tranquilidad, aunque ya a esta altura de carrera los periodos andando o trotando van superando a los de carrera. Llegamos a Navantia, seguimos por la carretera al Faro de Navidad y antes de llegar al Museo de Arqueología Submarina comenzamos la subida a la subida a la Batería Fajardo, pasando por las de San Fulgencio y la de la Podadera. En la bajada estaba instalado  el avituallamiento fuerte de la carrera, sándwich, donuts, agua, bebida isotónica y mucha fruta. Habíamos alcanzado la mitad de la prueba, ya en este punto comenzamos a contar los kilómetros que nos quedan, no los que llevamos. La bajada de esta colina es  muy rápida, no solo por la distancia que había que recorrer, sino porque a la mitad de la misma ya empezábamos una nueva subida, la cual había que afrontar con ánimo y entusiasmo.  Empezamos la subida al Castillo de Galeras, quizás la subida más larga de todo el recorrido, no demasiado pendiente, pero es que es muy larga, donde los constantes zigzagueos del carril la hacen interminable, durante gran parte del carril coincidimos con los corredores que bajan ya del alto, con caras de agotamiento algunos y alivio en la de otros por haber superado un puntito más. Pronto nos toca a nosotros, todo llega. En esta subida Rafa ya se me va de la vista.

Tengo los pies súper hinchados, aunque las piernas tenían fuerzas y la cabeza funcionaba bien, una mala elección del calzado hizo que no fuera todo perfecto. Las zapatillas, que al principio de la carrera iban bastante cómodas, con el paso de los kilómetros y la hinchazón de los pies, hicieron que apretaran más de la cuenta. Para futuras pruebas de este calibre habrá que tomar medidas que palíen este problema.

Cuando menos lo esperamos subimos a Galeras, una vuelta por el Castillo, vemos la entrada al Semáforo, sello acreditativo del paso por el punto de control, agua y para abajo. Durante la bajada me atrevo a echar a correr unos minutos, el dolor en los pies empieza a ser más serio, y aunque aguanto corriendo un tiempo tampoco quiero que pase a mayores. Durante la bajada de Galeras me adelanta Sergio y su cuñada, con un buen ritmo de carrera. Les dejo que se vayan, ya intentaré alcanzarlos más adelante.

Una vez finalizada la bajada, de nuevo en la entrada de Navantia me alcanza una chica con un buen ritmo de marcha, decido unirme a ella y seguir su ritmo, así estuvimos un buen rato, a la altura de la Rambla de Benipila, donde alcanzo a Sergio, me quedo con él y dejo que esta chica se vaya. A la altura de puente del Cartagonova, nos encontramos con Rosa, pareja de Sergio que nos hace una foto de recuerdo y seguimos a la explanada del Campo de fútbol, donde hay un nuevo punto de avituallamiento.

En este punto requiero un pequeño masaje en el gemelo derecho, que daba amagos de subirse, y más vale prevenir. Asimismo consulto con una fisio mi problema en los pies y coincido con ella que dada la altura de la carrera no merece la pena una masaje, ya que el quitarme las zapatillas puede provocar una dilatación que después me impida volver a calzármela, por eso mismo no me cambié de calcetines durante la prueba, como sí tenía previsto.

Tras recuperar un poco de aliento entre la parada, los refrescos y el agua refrescante en la cabeza seguimos la marcha, ya solo quedan dos subidas, pero que dos subidas.

En el Barrio de la Concepción, tras el paso por el nuevo pabellón deportivo, que parece una olla exprés, según los lugareños, solo le falta la válvula, comenzamos la subida al Castillo de la Atalaya, es dura sí, pero no demasiado larga. Un miembro de la organización nos va dirigiendo el camino, pues en este punto coinciden la subida a la Atalaya y el inicio del camino al siguiente punto del recorrido, el Roldán.  El primer tramo es de piedra, camino de cabras, duelen los pies, las piernas y hasta el alma, pero soportable.  En un “ratico” hemos hecho más de media subida, dejamos la zona pedregosa y empezamos el carril de subida hasta que llegamos a la cima, otro sello en la tarjeta, ya que dan menos.

Al inicio de la subida abandono a Sergio y a su cuñada, que quedan atrás, veníamos juntos un rato desde la llegada al Cartagonova. A Sergio ya no lo vería más hasta la línea de meta.

La verdad sea dicha no se me hace muy dura la subida, igual porque tenía el cuerpo hecho o porque la recordaba peor. De hecho se me hizo más duro el tramo de subida en carril que la zona pedregosa. Comenzamos la bajada, durante un tramo del carril de bajada coincidimos con los que todavía suben.

Cuando se separan los carriles de subida y bajadas, me entero de otra de las anécdotas de la carrera. Adelanto a dos chicas indignadas ya que después de subir y bajar la Atalaya, en el punto de coincidencia  que comentaba antes, le indicaron el camino erróneo, y subieron a la Atalaya por SEGUNDA VEZ. Durante la subida tenían serias dudas que lo estuvieran haciendo bien, preguntaron pero entre que eran de fuera y no conocían la zona y que le contestaron que todas las subidas se parecen, llegaron a la cima de nuevo. Este hecho lo corroboraron cuando le fueron a estampar el sello, y vieron que ya lo tenían. Vaya putada, como la carrera es corta y dura pues unos kilómetros de regalo. La cuñada de Sergio me adelante, a él no lo veo.

Acaba la bajada, llegamos al cruce en cuestión y sin preguntar cojo dirección a Tentegorra, y sí conocía la zona, y empezamos el camino. Pasamos por delante de la entrada a la Escuela de Infantería de Marina, sentimos envidia sana por los corredores que ya entran en meta. Se escucha al speaker dando aliento a los corredores que entran. Nosotros seguimos hacia adelante,  primero pasamos por el Kiosko de Los Canales, donde la gente se estaba poniendo púa a cerveza y tapas, de hecho hacía bastante calor y luego seguimos hasta la zona de la Mancomunidad de Canales del Tahívilla, lugar donde está instalado el punto de avituallamiento de subida y bajada al Roldán, último escollo de la prueba. Tomamos líquido, resuello y empezamos la subida. Estamos en el kilómetro  45 de la carrera.

Comenzamos la subida al Collado del Roldán. Esta subida tiene dos tramos uno sinuoso, relativamente cómodo, sombreado por los arboles de la zona, que llega hasta la zona del mirador, donde comienza la parte más dura de la prueba, la subida al Collado del Roldán por la arista norte.

La subida es un auténtico camino de cabras, de hecho no existe camino propiamente dicho, sino que se va subiendo por los resquicios que van dejando las rocas en la unión entre ellas. Son aproximadamente unos 800 metros de subida constante. Durante este recorrido me veo obligado a parar un par de veces, paradas de un minutito, para tomar aliento, de vez en cuando voy mirando para arriba, donde puntitos de colores van delimitando el paso de los corredores.  Durante esta subida, del kilómetro 49 al 50 hago el kilómetro más lento de toda la prueba, tardé 25 minutos en recorrerlo. De vez en cuando miraba para arriba, mal hecho, ya lo sé, y parece que la cima no se acercaba. En una de estas visuales ya se apreciaba más cerca. Al final se consiguió. Estábamos en la cima del Roldán, foto obligada en el cartel del kilómetro 50 de carrera y reposición de agua. Mientras me reponía solicité un poco de masaje de nuevo en el gemelo derecho, estaba dando síntomas de fatiga y no quería problemas. La verdad es que me sentó muy bien. Preparados para la bajada.

La bajada no era demasiado intensa, ya que la pendiente era mucho menos, donde se alternaban tramos de llaneo y tramos de bajada, pero eso sí, sinuosa y pedregosa por supuesto. A los pocos minutos, que se hicieron largos evidentemente, ya estábamos de nuevo en el punto de avituallamiento, ahora ya con la mente solo puesta en la meta. En este punto todavía seguían subiendo corredores.

Solo quedaban un par de kilómetros para meta, de nuevo paso por el Kiosco de los Canales y en nada la entrada a la Escuela. Desde la entrada a la línea de meta, no más de 500 metros, había que hacerlos corriendo, evidentemente.

En nada entramos en la línea de meta, primero arco de 300 metros para meta, un segundo de 150 y la ansiada llegada y fin de la carrera. Toda la zona de acceso a la meta abarrotada de público, tanto de familiares como de los corredores que ya finalizaron la prueba. Ya no queda nada.

Tras el momento de euforia de los últimos metros llegada a meta, el ansiado último sello en la acreditación era estampado. 9 horas 13 minutos en hacer la prueba, me salen 55 kilómetros en mi GPS, otros dicen que 53, qué más da. Tras cruzar la línea de meta Medalla conmemorativa de la prueba, la emoción empieza a estallar a raudales, estaba terminada, pese a que había pasado unos momentos críticos en el último tramo de subida al Roldán.

Tocaban unos minutos para recuperar aliento, había que beber líquidos, ya fuera agua o cerveza, mejor cerveza. Con la medalla al cuello, que no se vaya a perder, me dirijo al coche primero a quitarme las zapatillas, temía por los pies y a cambiarme de ropa. Al final los pies se recuperaron pronto, relativamente, el hecho de no forzar mucho las piernas hizo que no fuera a más.

En el coche me encontré con Rafa, comentamos su carrera, me aventajó unos 20 minutos,  al final no fue tanto. Una vez algo recuperados pasamos a tomar algo de comida sólida, que no la había probado en todo el día, pasta, comida de rigor, pollo y un pastelito para aporte de glucosa sentaron de maravilla.

Ahora si daba tiempo de pasear un poco y de camino saludar a gente. Me encontré a Sergio, me cuenta sus vicisitudes de la carrera, en la subida a la Atalaya se ve abocado a abandonar, el vienen vómitos y decide no seguir la carrera.

Me llevo una grata sorpresa, me encuentro a un viejo amigo, Juan Carlos Fernández, no hizo la Ruta, hizo la ULTRA TRAIL, este sí que es un máquina, 111 kilómetros entre pecho y espalda,  y encima con buena marca, entra el 37 de los 288 corredores que la inician.

Una vez comidos y recuperados nos dirigimos a los alojamientos a terminar de arreglarnos y descansar un poco, ha sido un día agotador. Más de 4000 calorías consumidas.

Habia que hacer análisis de los 7 compañeros de viaje. Dani, 6 horas y tres minutos, muy bien, de maravilla, aunque él dice que le sobraron los tres minutos. Ricardo y Roberto, menos de 7 horas, menos de lo previsto. Rafa 8 horas 54 minutos, él está contento. Sara y angel, 9 hors y 54 minutos, de maravilla. rompemos una lanza por estos dos úlitmos, él con gastroenteritis hasta dos días antes y ella, nadie daba un duro por ella, hizo la prueba en menos de dos hors sobre el tiempo máximo de la prueba, callando muchas bocas. Y yo, al final contento para como me fue la prueba, pero si hubiera hecho algo menos de calor y hubiera elegido bien las zapatillas, seguro que media hora hubiera bajado.

Ademas de lo anterior felicitar a David Sabao Oliva Borja Botana, compañeros del Club de Atletismo CARMONA PAEZ por su papel en la prueba, realmente excelente.

La tarde noche del sábado  no da para mucho más, cena ligerita y cama, temprano a descansar, nos lo habíamos merecido.

Al día siguiente poco más, viaje de vuelta a casa, y a recuperarnos.

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Bueno y esto es todo. Un saludo y hasta otra.

 

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